El Nuevo Dia

Ayuda disponible para adultos mayores no videntes

La organización brinda destrezas de vida independiente y apoyo en el duelo de perder la vista en edad avanzada

ADRIANA DÍAZ TIRADO adriana.diaz@gfrmedia.com Twitter: @adriana_diaz21

El mayor deseo de Josefina Nieves Hernández , de 72 años y quien perdió la vista hace 13, es llegar al punto de poder leer la Biblia en el sistema braille en su iglesia.

Desde noviembre pasado, va sumando experiencias y lecciones al ser parte del programa de rehabilitación de la Asociación de No Videntes Luz de Amor (Anvla), en Hato Tejas, Bayamón.

“Desde que estoy asistiendo aquí, me ha cambiado el humor porque siempre estaba deprimida en mi casa y no encontraba qué hacer. Le pongo interés a las clases y he aprendido bastante. Quiero llegar a leer la Biblia en braille. Hasta poemas también digo. Es como estar en familia”, contó Nieves Hernández después de tocar el relieve de un papel grueso y blanco para aprender a leer braille, sistema de lectura y escritura táctil para personas ciegas.

Luz de Amor es una organización sin fines de lucro que lleva impactando la vida de personas con impedimentos visuales hace más de 30 años.

Su población es diversa; sin embargo, la gran mayoría corresponde a personas que perdieron la vista siendo adultos por accidentes o condiciones de salud como la diabetes.

Para mejorar la calidad de vida de los participantes, ofrecen transportación desde y hasta sus hogares al considerar que el mayor de los retos de esta población es la transportación.

De acuerdo con el Censo de Estados Unidos, en Puerto Rico, existen cerca de 200,000 personas con discapacidad visual severa o ceguera, lo que representa casi un 6% de la población.

Nieves Hernández perdió la vista por un desprendimiento de retina, lo que cambió su vida por completo, pero gracias a Luz de Amor ha vuelto a reír.

“He aprendido vida independiente. Ya sé hasta hacer café, papas salteadas… He pasado hasta mapo, que ya esas cosas las hago sola en mi casa”, compartió.

En su misma mesa, estaba sentada frente a ella Sonia Ríos Rivera, participante de 77 años y quien padece de la condición genética retinitis pigmentosa.

“Desde niña, tenía problemas en la oscuridad, pero veía. Estudié y trabajé como enfermera por 28 años y ahí fui perdiendo la vista”, contó.

DE MAESTRA A DISCÍPULA

“Me retiré y entré aquí como voluntaria enseñando manualidades y ahora, como perdí la vista total, me convertí en otra discípula más de María Esther. De maestra, me convertí en discípula porque ahora yo necesito”, compartió.

A su lado, se encontraba Nereida Seguí Negrón, también de 77 años. Ha ido perdiendo la vista lentamente durante los últimos años. Llegó el año pasado a la organización porque se sentía muy deprimida en su casa. “Me ha ayudado muchísimo porque me pasaba deprimida porque vivo sola. Tengo muchas amistades ahora aquí”, dijo.

María Esther Vázquez, maestra ciega de braille de 78 años, es voluntaria de Luz de Amor hace 20 años.

Vázquez perdió la vista a los 8 años y ha dedicado su vida a la educación siendo parte del sistema de educación pública por más de tres décadas. Además de braille, da clases de arte dramático, matemáticas y español.

En la organización, ubicada en el primer piso del antiguo Centro de Diagnóstico y Tratamiento de Hato Tejas, sus 25 participantes también disfrutan de experiencias como jugar domino, tocar música, crear un huerto casero y bailar, entre otras.

“Tengo la responsabilidad de velar por cada uno de ellos. Yo aprendí como todos ellos. Perdí la vista en el lado izquierdo

como hace 12 años. Por el lado derecho, todavía puedo ver un poco. Todo fue a causa de la diabetes. Además, soy trasplante de riñón y páncreas… que ya no soy diabético. Es un programa muy lindo al ver cómo los compañeros se van rehabilitando”, expresó, por su parte, el presidente de la Anvla, Rubén Santiago.

DUELO POR PERDER LA VISTA

La directora ejecutiva de la Anvla, Melisa

Rivera , explicó que dan mucho apoyo emocional porque la mayoría de sus participantes están reaprendiendo muchas cosas por el duelo que viven al perder la vista en edad avanzada.

“Es una población de personas que muchos de ellos se han quedado ciegos después de la adultez y eso es un proceso. Es un duelo que hay que pasarlo, así como cuando fallece un familiar, es la misma situación. Es una pérdida al pensar que yo veía y ahora no veo”, explicó Rivera, quien llegó como secretaria porque también tiene pérdida de visión en su lado izquierdo.

Además, se identifica mucho con los participantes. “Siempre he pensado que, por este momento, estoy viendo, pero si más adelante no veo, pues yo quisiera disfrutar de todo lo que nosotros le ofrecemos a esta población”, insistió.

Del mismo modo, la trabajadora social de la Anvla, Alma Rivera, indicó que da seguimiento al apoyo emocional que reciben los participantes. “A veces, es difícil porque ellos se encierran, pero estamos con ellos orientándolos como, por ejemplo, del maltrato oculto que muchas veces no lo reconocen”, dijo.

“El duelo por perder la vista les afecta de múltiples formas. Inclusive, se enferman y entran en depresión. (...) Por eso, llevamos el mensaje de que sí pueden hacer sus cosas, de una manera diferente, pero pueden. Se les dan las herramientas para tener vida independiente”, explicó la también facilitadora en consejería cristiana.

Rivera detalló que otra necesidad que tienen los adultos mayores ciegos es tener que invertir dinero en cambios en el hogar, como la posición de los enseres, para que haya espacio suficiente para la movilidad y así no tropezar y prevenir accidentes.

Además, mencionó que las personas alrededor, como los vecinos, deben estar pendiente a estos adultos mayores con impedimentos visuales que vivan solos, para que no se sientan “aislados”.

“Las familias a veces piensan que no pueden hacer nada y los quieren aislar, así que es importante que se orienten también. La tolerancia y la empatía son fundamentales”, comentó Rivera.

Contó que algunas personas, por falta de orientación, no entienden el trauma por el que pasan quienes ha perdido la vista y no les brindan alternativas. No obstante, destacó que muchos participantes han llegado a los servicios de Luz de Amor, precisamente, por esos seres queridos que ven esperanza y vida en ellos.

Los participantes del centro llegan desde los 35 hasta los 80 años. Todos residen en Bayamón; sin embargo, en el pasado han tenido participantes de Naranjito y Manatí.

Rivera anhela tener un espacio más grande, céntrico y visible para que más personas reciban sus servicios.

Además, aseguró que hace falta en el país un censo para conocer en qué municipios residen las 200,000 personas con impedimentos visuales que registró el censo del 2020.

“Lo que estamos buscando es que esa persona sea lo más independiente posible y, para lograrlo, tenemos la parte que es el sistema braille, trabajamos lo que es orientación y movilidad, lo que es vida independiente. Ahora, vamos a estar trabajando computadora. Tenemos, pues claro, nuestra parte creativa, donde ellos puedan también disfrutar”, explicó Rivera.

EN BUSCA DE INDEPENDENCIA

En el área de vida independiente, se encontraba Victoria García, especialista en rehabilitación para ciegos y retirada del Hospital de Veteranos, quien le enseñaba con mucho empeño destrezas cotidianas a tres participantes.

Mientras les indicaba cómo escribir sus firmas en una hoja, García explicó que, al retirarse del campo hospitalario, deseó seguir aportando a esta población desde la filantropía.

“Vine aquí para poderlos ayudar a que aumenten su confianza, su autoestima y que puedan realizar actividades en sus casas con mayor seguridad y confianza. Esa es la meta que ellos puedan ser más independientes en su casa”, insistió.

Por su parte, Santiago, el presidente de la Anvla, indicó que se reúnen los martes y jueves, de 8:30 a.m. a 2:00 p.m., en su sede en Bayamón. Gracias a la ayuda de la Primera Iglesia Presbiteriana, ubicada detrás del centro comercial de Santa Rosa, podrán hacer más actividades recreativas.

“Vamos a utilizar el ‘shopping’ también para clases de movilidad. Les enseñamos a la gente que estamos aquí, nos mostramos”, contó.

Santiago opinó que muchas veces los ciudadanos no están al tanto de todas las personas con impedimentos visuales que residen en Puerto Rico, por lo que no entienden las necesidades de su comunidad. Del mismo modo, reiteró la importancia de visibilizar el trabajo que hacen desde Luz de Amor para que la sociedad sea consciente de cómo ser más inclusivos y empáticos en su diario vivir.

Rosa Idalia es otra participante de 66 años que perdió la vista hace 47 años y lleva participando fielmente de Luz de Amor desde hace 15, tiempo en el que ha logrado ser más independiente cada día.

Repitió, en varias instancias, lo bien que se sentía al lograr cosas por sí misma y encontrar amistades como las que ha hecho en el centro de Luz de Amor.

Vive sola, por lo que la confianza que ha ganado ha impactado la forma en que ve su vida por lo que quiere “seguir aprendiendo más y más”.

“Desde que estoy asistiendo aquí, me ha cambiado el humor porque siempre estaba deprimida. (...) Le pongo interés y he aprendido”

JOSEFINA NIEVES HERNÁNDEZ

PARTICIPANTE DE LUZ DE AMOR

“Llevamos el mensaje de que sí pueden hacer sus cosas, de una manera diferente, pero pueden. Se les dan las herramientas para tener vida independiente”

SONIA RIVERA

TRABAJADORA SOCIAL

“Vine aquí para poderlos ayudar a que aumenten su confianza, su autoestima y puedan realizar actividades con mayor seguridad”

VICTORIA GARCÍA

VOLUNTARIA ESPECIALISTA EN REHABILITACIÓN

PORTADA

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2023-01-28T08:00:00.0000000Z

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